¿Y tú por que corres?

Hoy se celebró por fin el Maratón Popular de Madrid, el MAPOMA.
Por mi progesión parecía que la barrera de las 3 horas podría caer en el décimo maratón que iba a disputar desde que me bauticé en esto del correr hace ya casi ocho años. Aunque las últimas semanas creo que disputé demasiados medios maratones exprimiéndome al máximo, y además con entrenos entre semana bastante duros.


Las sensaciones a lo largo de la semana no habían sido muy buenas. Largas y duras jornadas laborales y un inoportuno resfriado que hizo su aparición el viernes. Si a eso le sumamos la hipocondría que nos suele acompañar en la semana previa a la carrera, sinceramente hubiera firmado un tiempo entre 03:00 y 03:05 horas.


El sábado me levanté bastante aletargado como consecuencia de la medicación para calmar los síntomas de una garganta muy irritada. Seguí el día con miel, limón y canela; fideuá y macarrones para cargarme de glucógeno; zumo de naranja a granel; sillón-ball para descansar.


Después de una noche con varios episodios de duermevela, a las seis abro un ojo y en pie. Las piernas parecen haber agradecido el descanso la mezcla natural ha logrado beneficios en la garganta. Sin apenas apetito, pero sabiendo de la necesidad empiezo a engullir sin deleite macarrones cocidos sin más, un plátano, un zumo de naranja, un café americano largo, unas galletas y un puñado de frutos secos. Antes llegaba a la meta con tal sensación de hambre que engullía hasta los envoltorios de los refrigerios que nos reparten. Desde que desayuno fuerte, esto ya no ocurre y además me viene muy bien para aguantar los últimos tramos.


A las 7:20 he quedado con Francisco, un incombustible runner de los de 100 kilómetros, y con quien voy a intentar hacer la mayor parte del recorrido. Es todo un aval como liebre. Supongo que al final si todo se presenta normal es difícil que pueda aguantarle. Pero ambos sabemos que ir juntos nos valdrá de mutua ayuda.


Llegamos a Madrid y nos dirigimos hacia Cibeles, donde habíamos quedado con Lucas y compañía. Después de esperar unos minutos y no aparecer nadie, dejamos el macuto y calentamos un par de kilómetros. Decidimos ir a la salida para evitar quedar muy detrás en el arranque y pasamos allí 20 minutos angostados con el resto de corredores, el tufillo a linimento... y otras “fragancias”.


Las nueve en punto. Por fin la salida. La serpiente de gente comienza a reptar. Como siempre, gente muy lenta en primera fila que tienes que ir sorteando. ¡Cuando organizarán la salida por cajones!

Visualizo a veinte metros los colores del club. Son Lucas y Sabino. Hago un ligero esfuerzo y llego hasta ellos para saludarles y desearles suerte. Bueno, “Hasta luego, Lucas“, que tu carrera es otra (2h:46') Ahí es nada.


Hasta el km 1 no empezamos a correr con un poco de libertad. Lo pasamos a 4:04. Nos parece que vamos demasiado deprisa, pero es el ritmo que debemos llevar para pasar la media a menos de 1 h y 26'. Unos instantes después visualizamos la figura de Antonio Gallardo, veterano que ha corrido todas las ediciones del MAPOMA. Algunos corredores saben que seguirle es toda una garantía para bajar de las 3 horas. No dudamos ni un segundo y nos unimos a ellos.


Ponemos velocidad de crucero y vamos clavando los kilómetros en torno a los 4 minutos. En plaza de Castilla visualizamos a Pedro Ríos, quién montado en bicicleta nos saluda y nos anima. Justo delante veo a Mari Paz y Fernando, que me animan y pongo la mejor cara (a estas alturas es fácil), y quedamos registrados en la tarjeta SD de su réflex.


Vamos devorando kilómetros sin apenas advertirlo. Algún indicador hasta ni lo veo. Eso es buena señal (ya veremos al final). En Príncipe de Vergara el ritmo es fluido a pesar de los toboganes, hasta tenemos que levantar un poco el pie del acelerador, pues el grupo de Gallardo y Sabino parece quedarse atrás. Sabemos por experiencia que no hay que dejarse llevar por las buenas sensaciones, ni por la euforia del principio que nos pasaría factura al final. Nos dejamos alcanzar y enfilamos juntos la ligera rampa que nos lleva al kilómetro 13, situado en Cuatro caminos.


Llegamos un poco forzados al final de la pendiente, pero entre las arengas del público allí congregado, y sabedores de que el perfil nos va a favorecer durante los próximos kilómetros, nos reponemos de inmediato. De nuevo cara bonita para la réflex de Mari Paz, a la que nos encontramos en medio de Bravo Murillo rodilla en tierra. Nos anima e inmortaliza el momento.


Como casi todos los años empezamos a escuchar la sintonía del tema principal de la película “Carros de fuego”, que nos pone la piel como la de un “pollito desplumao”.
Seguimos clavando los ritmos, y subiendo por Carranza, Francisco me recuerda que tenemos que regular. Estamos ya en el kilómetro 17, y 1:06 de carrera. En la puerta del Vips me esperan animándonos voz en grito y con un “Aquarius”, Sandra y Paola, dos compañeras de trabajo a las que apenas tengo tiempo de darles las gracias y arrancar de sus manos la bebida.


El gentío se va acumulando a ambos lados del recorrido y hay que controlarse y no dejarse llevar por la emoción. Al paso por Sol y Mayor los aplausos y arengas del público son tan ensordecedores que se te pone de nuevo piel de gallina e inconscientemente avivas el ritmo. Hay que regular que no hemos llegado ni tan siquiera a la mitad.


Al torcer para Bailén noto por primera vez ligeros síntomas de fatiga muscular en las piernas. Acercándonos al ecuador de la prueba localizo en la distancia a Braulio y Alfonso que nos animan.


Pasamos el 21.097, en 1:25:30, más o menos lo que queríamos. Más rápidos nos podría pasar factura al final, y más lentos nos hubiera llevado muy justitos al límite de las 3 horas. En este punto se encuentra Manolo, que acumula 26 maratones. Nos anima y nos desea suerte.


Tenemos por delante unos tres kilómetros de descenso que aprovechamos para recuperarnos un poco del esfuerzo. Bajamos relajados sin forzar y manteniendo el ritmo constante del inicio de carrera. Descolgamos al grupo de Gallardo y Sabino. Estamos manteniendo el ritmo de crucero y nos encontramos a gusto.


Bajamos por las empinadas cuestas del Parque del Oeste. De nuevo Mari Paz. Cara sin rictus forzado, que cada vez es más complicado conseguir, y a inmortalizar el momento.


Alcanzamos el kilómetro 23 y enfilamos la avenida de Valladolid, acaba en el 25, la entrada a la Casa de Campo, donde casi todos los años las fuerzas empiezan a abandonarme, auqnue este año noto que voy mejor. Las tiradas de treinta kilómetros en el programa de entrenamiento parecen dar sus frutos. Además ir acompañado de alguien que conoces y con el que vas conversando hace que cojas confianza y que la carrera se haga más amena y corta.


Pasamos el 25 sin perder un ápice de ritmo. Justo lo que nos habíamos marcado. Sabíamos por la experiencia que a partir de aquí es muy difícil mantener el ritmo que traemos. Eso sí, hay que perder segundos de manera muy gradual para poder conseguir el objetivo. Hay que regular.


Disfrutamos un par de minutos de la algarabía del gentío congregado en Príncipe Pío; durante los próximos 7 kilómetros la animación va a bajar, y enfilamos a la entrada de la Casa de Campo. Más aire puro sí, pero los síntomas de cansancio y el silencio que nos contagia (nadie quiere abrir el pico), parecen empezar a hacer mella. Por primera vez desde el inicio bajamos el ritmo, aunque no está nada mal. Además no nos adelanta nadie, es más vamos recogiendo a gente que iba por delante, lo que quiere decir que vamos muy bien. Llegamos al 30 en 2:02:30, dentro del objetivo marcado.


El cansancio va haciendo acto de presencia. Pero me encuentro mejor de lo esperado y además con reservas. Tenemos margen de sobra. Seguimos no obstante regulando, y no vemos el momento de salir por fin de la Casa de Campo.


El optimismo se difumina un poco al subir el repecho que por fin nos echa de dicho recinto. Recuperamos en la bajada sabedores que al final hay un avituallamiento, sin querer levantar mucho la vista para no deprimirnos al ver Madrid tan a lo alto. Un novel en la prueba nos pregunta si quedan muchas cuestas. “Algunas”, le respondo, pero sin entrar en muchos detalles para no abatirlo. Si sabemos que tenemos 3 kilómetros de llaneo hasta el 35. A partir de ahí ya veremos.


Empiezo a notar más fatiga, pero seguimos manteniendo el ritmo, puede que bajemos de 3 horas, pero quiero ser cauto, "el muro" está ahí y hace acto de presencia sin previo aviso. De hecho, en el avituallamiento del 35 flaqueo y me tengo que despedir de la compañía de Francisco que va más fresco. Ahora empieza de verdad la carrera, empieza “la soledad del corredor de fondo”.


Trato de recapacitar y seguir una estrategia. Sé que si regulo un poco el objetivo está hecho, llevo un margen más que suficiente: 36 minutos para 7 km. Me pasan por la mente fotogramas de todos los sacrificios, también están involucrados la familia, los amigos del club...


En el 36 recibo los ánimos de Ángela, una veterana del club que sabe del esfuerzo, pues ha corrido unas cuantas maratones. Sumando este empujón anímico, adquiero el definitivo ritmo deseado y la visión del empinado perfil del Paseo Imperial que me llevará hasta el 37. Logro subir con soltura y a buen ritmo. Si bien me pasa gente, yo también rebaso unos cuantos “cadáveres” que se van quedando en el camino.


Visualizo a Francisco a unos 200 metros. Por un momento se me pasa por la cabeza hacer un esfuerzo y llegar hasta él. Pero lo deshecho rápidamente. Trato de no obsesionarme con el cartel del próximo kilómetro.


En frente de la Estación está el 39. Increíble, me quedan 19 minutos de margen para bajar de tres horas y solo 3 kilómetros. El optimismo me baja unos grados al ver a un corredor que se para unos metros delante de mí. Los ánimos del público consiguen que durante unos metros vuelva a correr para pararse definitivamente. No miro atrás.


Me espera el kilómetro más duro: la subida de Alfonsno XII, en paralelo al Retiro y a la meta. Tengo mucho margen. Me quedo clavado en la primera rampa y el ritmo se desacelera de golpe. Me viene a la mente, no sin un atisbo de sonrisa, la reflexión: “¿Y yo por qué corro?" Lo de la sonrisa es porque dicha reflexión la comentamos muchas veces durante los entrenamientos cuando hablamos de la dureza de esta prueba. ¡Con lo bien que estaría yo sentado en una terracita en compañía de una Mahou bien fresquita!. Decido subir tranquilo. Me repito que está hecho. Lo mismo me da 2:55'que 56'o 57'. Un sobresfuerzo ahora podría dar con todo al traste.


Tuerzo hacía O'Donnel dejando atrás la Puerta de Alcalá. El terreno se nivela poco a poco y puedo acelerar ligeramente el ritmo. Se me ha hecho eterno el último kilómetro. Entre el estrecho pasillo del público diviso el cartel del km 41 y no veo el momento de entrar en el Retiro y tirarme por la cuesta que llega a meta. Giro a la derecha y por fin me encuentro en el “pulmón” de Madrid y enfilando hacía el principio del fin de la prueba. Empiezo a divisar los arcos. Sé que no son la meta, solo publicidad. Ya llevo unas cuantas para saberlo. Uf, en el horizonte visualizo por fin la señalización del 42. Es hora de disfrutar, y además como nunca lo había hecho en otras ediciones. Aunque cansado, me encuentro muy entero. Paso por el 42. Todavía me quedan los 195 metros. Un minuto en el que levanto las manos, golpeo el aire con los puños, y hasta lanzo algún beso al público que anima y felicita el esfuerzo realizado a todos los que rozamos la meta.


Simultáneamente me viene a la mente un rápido flash back que me muestra todos los esfuerzos realizados durante tanto tiempo y a todas las personas con las que quiero compartir la consecución de este reto y los cuales de una manera u otra hay que hacerles partícipes:
Lourdes, mi mujer y mi hijo Fernando, a quienes esta afición les roba parte de mi, a Juana, madre política quien me libera de no pocas tareas en casa, a Paco: entrenador y a las veces físio (quien no ha hecho poco este año para que pudiera estar a punto), a los incombustibles compañeros del Oasis: Zubi, Manolo, Braulio, “el Muelles “,es decir, Alfonso, Joao, Dani, Julio ,Carlos, Javier, Lucas, Domingo ,Juanjo, Diego, Jorge, Toño, Jose, Hugo, Ángela, Marta, Isabel, todos veteranos del club , a Francisco cuya compañía durante gran parte de la prueba fue definitiva para el éxito y al Club de Atletismo Grupo Oasis donde personas de todas las edades compartimos esta afición.


Intento relajar el rictus lo máximo posible (este año sí toca foto de llegada). Veo el tiempo oficial en el cronómetro del arco de meta. Sé que el neto es de 10 segundos menos. Hago un último esfuerzo y alargo la zancada para cruzar por debajo de 2:57''.

Objetivo cumplido.


Manuel Escudero - Abril 2011



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